domingo, 26 de noviembre de 2023

Especial Destape

El "Especial Destape" de La Codorniz (núm. 1745, 30 de noviembre de 1975) en una foto promocional de la serie Cuéntame cómo pasó (TVE, 2001-2023). 

miércoles, 1 de noviembre de 2023

la novela-collage de chumy

Pepitas de calabaza edita Una biografía, novela-collage que constituye uno de los trabajos más deslumbrantes de Chumy Chúmez. Con prólogo de Aguilar y Cabrerizo.

De la contraportada del libro:

«Fueron años de felicidad inolvidable para los que entonces éramos niños. Saltábamos sobre los charcos de sangre para salpicarnos unos a otros y coleccionábamos ojos que arrancábamos a los muertos que se quedaban tiesos en las esquinas», escribe Chumy en esta insólita autobiografía de un niño de la guerra que pudorosamente titula Una biografía. En 1972, en pleno boom del humor español, entre best-sellers editoriales de Forges, Perich o Summers, Chumy ofrecía al lector una novela-collage, al modo de Marx Ernst, de un rigor onírico que cincuenta años después sigue dejándonos pasmados.

lunes, 26 de junio de 2023

grandes rebajas en la cuarta época de la codorniz

Niños / Niñas (Malasaña) (Joseph Morder y Dominique Delcourt, 1978)

En junio de 1978 los cineastas amateur Joseph Morder y Dominique Delcourt viajan a la España democrática. Se registran mutuamente en Super-8, a modo de diario, pero registran también la vida que bulle insurgente en las calles de Madrid y, sobre todo, en el antiguo barrio de Maravillas, rebautizado como Malasaña. El resultado es Niños / Niñas (Malasaña) (1978), que se proyecta siempre en doble pantalla, con dos proyectores de Super-8, en tanto que Morder procede a su sonorización en directo. La digitalización de la imagen en 2022 ha permitido su reciente programación.

Uno de los signos del tiempo en que se rodó es la presencia en la pantalla de La Codorniz en su cuarta etapa, en la que rigieron sus contenidos el dibujante Máximo y el periodista Carlos Luis Álvarez "Cándido". La aventura, inspirada por el semanario satírico francés Le Canard Enchainé, duró menos de un año, pero he aquí el número 1876, del 10 de junio de 1978. En la portada, sendos editoriales sobre la mayoría de edad para ejercer el derecho al voto y la abolición de la pena de muerte. En la parte inferior, una tira de "El Cubri" a apropósito de las manifestaciones en pro de la Amnistía General y la violencia policial en una Pamplona en vísperas de los Sanfermines.

La Codorniz, núm. 1876, 10 de junio de 1978

lunes, 6 de marzo de 2023

jardiel, arniches y el crimen de cuenca

El protagonista de la tragedia grotesca de Carlos Arniches ¡Es mi hombre!, un pobre tipo que va de oficio en oficio sin beneficio alguno, se descubre, espoleado por el hambre y el orgullo herido, como un matachín terrible que se contrata como jefe de seguridad en el casino del Kursaal Andorra. La comedia fue estrenada con éxito de crítica y público por Valeriano León y Aurora Redondo en 1921. En 1927 el escritor cinematográfico Carlos Fernández Cuenca debuta como director con una adaptación del texto escrita por su buen amigo Enrique Jardiel Poncela. La iniciativa corre por cuenta de Cosmos Film, una productora recién creada y que tendrá un recorrido brevísimo.

Aunque ya por entonces Jardiel hiciera profesión de fe del humor inverosímil, su devoción por el sainetero alicantino siguió inquebrantable con el paso de los años. Le seduce, no obstante, la intención de realizar de una cinta experimental en la que el humor funcione como recurso expresivo que contrapuntee las imágenes y no dependa del diálogo teatral, así que desmantela la breve acción del sainete, recurre a las acciones paralelas para proporcionar dinamismo a la trama y presenta a los personajes en sus propios entornos y en exteriores naturales. Prescinde así de la escena inicial en la que Leonor (Carmen Redondo) intenta hacer con poca fortuna un trajecito de comunión y la presenta como una romántica, apasionada de las novelas por entregas, ante la que se materializa un galán decimonónico. Varias escenas buscan hibridar el sainete con la modernidad, de ahí la decoración del apartamento de Sole (Rosario Velázquez) o la actuación del jazz band y una frenética bailarina en el Kursaal Andorra. Por su parte, Fernández Cuenca recurre en ocasiones a algunos de los recursos del cine de vanguardia que admira: véanse si no el atropello de don Antonio (Manuel Montenegro) y los primeros planos que preceden al intento de violación de Leonor por parte del Pollo Botines (Felipe Fernansuar).

La cinta se rueda en la primavera de 1927 y se pasa en pruebas para el equipo y la prensa en el cine Royalty de Madrid el 12 de julio. La mayoría de las reseñas apuntan entonces al riesgo que se ha corrido al prescindir de la mayoría de los intertítulos que debían trasladar al espectador la comicidad del texto teatral. El crítico de ABC lo menciona como una audacia meritoria, pero Juan Antonio Cabero “Jack” opina en Heraldo de Madrid que resultan insuficientes y que obligan a los intérpretes a un tour de force mímico.

La inexperiencia del director y la bisoñez de la productora empuja a esta a posponer el estreno y a encomendar a Fernández Cuenca que recupere parte del texto de Arniches y realice algunos arreglos en la compaginación. Al parecer, este nuevo montaje es el que se estrena en el teatro Bretón de Salamanca durante las Navidades de ese año. En enero de 1928 llega definitivamente en Madrid, aunque el público no parece muy interesado en ella ya que sólo permanece en cartel una semana. Jardiel, que estaba en desacuerdo con el resultado final y con la actitud —a su parecer entreguista— que había adoptado su amigo y cómplice, se referiría ya siempre a ¡Es mi hombre! como “el crimen de Cuenca”.

viernes, 10 de febrero de 2023

la amenaza inminente de una nueva guerra y los fenicios

El vespertino nacional-sindicalista Pueblo abría una de sus ediciones de 1957 con un titular triplemente alarmista: "¿Amenaza de una nueva guerra? Parece inminente un grave conflicto bélico. La situación es angustiosa". No sabemos a qué situación concreta se refiere, pero unos meses antes ha tenido lugar la crisis de Suez, también conocida como guerra del Sinaí. Y precisamente desde Oriente Próximo llegan a Madrid Melchor, Gaspar y Baltasar (Félix Dafauce, Rafael Luis Calvo y un Antonio Almorós embetunado), no sólo para renovar como todas las navidades la ilusión infantil, sino para llevar un mensaje de buena voluntad a los adultos. Entre ellos un hombre (Antonio Casas) que ha abandonado a su familia por una cabaretera (Mariangela Giordano). Por supuesto, los Reyes Magos logran que el padre desnaturalizado regrese junto a su familia y su hijo paralítico. Por el camino, conseguirán que los clientes del cabaret olviden las melodías desenfrenados y entonen un villancico. O que el equipo de rodaje de una película de gangsters se pregunte por qué golpear a la chica para que confiese y si no sería mejor pedir las cosas por favor y devolver el botín a sus legítimos propietarios. Y que los incrédulos crean. Y que los descarriados vuelvan a la buena senda. O sea, ese fantastique de raíz católica que la cinematografías española frecuentó durante la década y del que Mensajeros de paz (José María Elorrieta, 1957) es un ejemplo elocuente.

Volvamos ahora a la secuencia de precréditos, cuando el atribulado ciudadano que acude al quiosco de prensa despliega el periódico junto a un ejemplar de La Codorniz que hemos logrado identificar gracias a que los dibujantes rotulaban entonces la portada con una tipografía distinta cada semana y a que dicho número forma parte de nuestra colección codornizofílica. Se trata de la edicion 803, del 7 de abril de 1957 que el dibujante Enrique Herreros titula "Actualidades históricas: Los fenicios".

miércoles, 11 de enero de 2023

dos humoristas en las memorias del exiliado josé venegas

Un atento corresponsal nos envía este extracto de las memorias del escritor y periodista José Vengas, que coincidió con Tono en El Liberal, cuando este se incorporó como dibujante al diario en 1920 a instancias de Ramón Gómez de la Serna:

Tono fue el caricaturista del periodico durante aquel periodo. Buen mozo, dotado de ingenio y de impavidez, era un tipo divertido. Recuerdo un cartel que dibujó y redactó dando cuenta de la inauguración de una iglesia. Decía aproximadamente: "Gran acontecimiento. El domingo tal inauguración del magnífico templo X. Doce curas, doce. Magníficas sobrepellices. Misas cantadas a gran orquesta. Doce curas, doce. Calefacción central. Reclinatorios acolchados. Doce curas, doce". Y seguía el cartel, que terminaba en esta forma: "Hostias calientes a todas horas". Luego, durante la guerra, se dedicó a servir al franquismo, y no se lo que habrá sido de él. Los franquistas fusilaron a quien le sucedió en El Liberal; Fernando Perdiguero, "Menda". [José Venegas López: Andanzas y recuerdos de España. Sevilla: Renacimiento, 2009, pág. 155.]

La anécdota parece -como muchas de las que se atribuyen a Tono- apócrifa, pero habla bien a las claras de un momento en que la corrección política aún no ponía límites al humor.

En cuanto a Fernando Perdiguero Camps, recordemos que sufrió dos condenas a muerte tras la Guerra Civil que se le conmutaron por trabajos forzados. En 1942 obtuvo el indulto y se incorporó como redactor-jefe a La Codorniz, donde siguió trabajando hasta su fallecimiento en 1970. Eso sí, nunca pudo volver a utrilizar el seudónimo con el que había destacado durante la dictadura de Primo de Rivera y la República. De todos modos, Chumy Chúmez juzgaba que la inserción de Perdiguero en La Codorniz no fue todo lo idílica que pudiera parecer:

Había muchos humoristas que habían perdido la guerra, incluso dentro de la redacción de La Codorniz, y cuyos nombres no podían aparecer impresos en la revista, que [...] hubiesen preferido seguir haciendo el humor crítico de la libertad que habían perdido con las armas en la mano. El redactor jefe de La Codorniz estuvo condenado a muerte durante un infinito número de años en el penal de El Dueso y su seudónimo, Menda, no pudo volver a mencionarse al terminar la guerra. [Chumy Chúmez: Ser humorista. Madrid, Fundación Universidad Empresa, 1988, pág. 42.]

viernes, 4 de noviembre de 2022

cuando hollywood estuvo en el palacio de la prensa

Yo quiero que me lleven a Hollywood (Edgar Neville, 1931) es un mediometraje con ínfulas de largo rodado a empellones por la iniciativa intermitente de la empresaria y pionera de la dirección cinematográfica femenina en España, Rosario Pi. Película de debuts –la productora Star Films, Neville como director en España-, en ella hacen sus primeras apariciones en la pantalla el barman Perico Chicote y el dibujante Enrique Herreros, compañero de La Codorniz en la siguiente década, que realiza entonces la publicidad de Filmófono y tiene su estudio en el local utilizado como improvisado plató.

 

 Foto: Macasoli, en Tararí, núm. 62, 7 de abril de 1932.

De la película se conservan la partitura –la canción se hizo al parecer bastante popular- y unas curiosas imágenes de su rodaje en el Palacio de la Prensa, en las que aparece el charlista Federico García Sanchiz rodeado por un grupo de bellas aspirantes a estrellas. Por eso tiene especial valor la reseña de un crítico de excepción: Carlos Morla Lynch. Morla fue el encargado de Negocios de la embajada de la embajada de Chile en España desde 1928. Procedía de París, donde alternaba los ambientes diplomáticos con los artísticos y mantuvo amistad con Jean Cocteau, André Gide o Darius Milhaud. En España intima con todo el poeterío del 27, con especial querencia por Federico García Lorca, Luis Cernuda y Manuel Altolaguierre. Pero también se relaciona con la "intelectualidad" alegre y sofisticada de la época, donde caben Agustín de Figueroa o el propio Neville.

El 21 de junio de 1932 anota en su diario:

Hemos ido a ver en días pasados, con Federico e Isabel Dato, su film -Yo quiero que me lleven a Hollywood-, en el que actúa Santiago Ontañón. Es admirable si se consideran los escasos elementos con que ha contado para realizarlo. Pero tiene un ambiente norteamericano que le resta originalidad. Santiago Ontañón está incomparable en el papel de "jefe de Casa de Modas para caballeros". Exposición de calzones en combinación con camisetas de una comicidad irresistible. Los períodos en que figura nuestro amigo son los mejores de la película, y, precisamente, los que no han ocasionado gastos crecidos. Las escenas que han exigido inversiones importantes de dinero son, en cambio, las menos bien logradas. Para que puedan surtir efecto esas fastuosas concepciones estilo Folies Bergères es indispensable desplegar un lujo extraordinario, aplastante, imposible de realizar si no se cuenta con medios suficientes para hacerlo. Han triunfado allí donde no ha sido necesario invertir muchas pesetas, allí donde se ha impuesto Edgar Neville con su ingenio y Ontañón con su gracia espontánea. [Carlos Morla Lynch: En España con Federico García Lorca. Sevilla: Renacimiento, 2008, pág.271.]

El fin de fiesta, en casa de los Morla, con Gustavo Pittaluga, Lorca, Ontañón, Neville y, su mujer, Ángeles Rubio Argüelles, a la que el diplomático llama "la condesita" y de la que dice que "tiene la mar de gracia y un esprit muy femenino".

Otra de las críticas más perspicaces de la cinta fue la escrita por Sebastià Gasch, que también incide en la hilaridad que provoca el pase de modelos:

Este filme es un puro pretexto para exhibir, vestidas y desvestidas, de cara y de perfil, las señoritas ganadoras. se trata, pues, de una especie de revista, cuyas escenas desnudas tienen ninguna relación, o casi ninguna, entre ellas. Ahora que, desde el punto de vista de realización, este filme es del mejorcito que nos ha dado hasta ahora la cinematografía española. Se observa una movilidad de la cámara, una multiplicidad de ángulos, una fotografía excelente, en general, una inteligencia que los filmes españoles no habían sabido todavía demostrarnos.
Todos los elementos que intervienen en la confección de la película han sido elegidos con evidente preocupación por la fotogenia. Todos los elementos elegidos son netamente fotogénicos: muebles metálicos, mostradores de bar, cocteleras en primerísimo plano, muslos de chicas con brillos de níquel... Pero si cada imagen es un pequeño poema fotogénico, la sucesión de estas imágenes no debe sabido encontrar el ritmo capaz de ordenarla, y el filme se resiente de cierta carencia de ligazón.
El guión tiene hallazgos cómicos conseguidísimos. Se ve que el filme ha sido dirigido por el estupendo humorista que es Edgar Neville. Daremos algunos ejemplos. Las primeras escenas nos hacen asistir a una exhibición de modelos en una casa de modas. Modelos de uniformes para personajes: obispo diplomático, ministro, etc. Todos estos grotescos individuos, adornados con indumentaria almidonada, el obispo abriéndose la capa como si fuera un abrigo de petit-gris, moviéndose todos ellos con la cadencia propia de las modelos femeninas, producen un efecto irresistible. Luego viene el desfile de modelos de ropa interior masculina: señorones imponentes, con bigotes y barbas del 1900 y calzoncillos largos, déshabillés de unos individuos que parecen haberse evadido de un anuncio de los “emplastos porosos del Dr. Winter” y otros excesos: todo ello exhalando un perfume clínico de cinéma cochon.
Hay gags sonoros remarcables, también. Prueban la voz en tres damiselas y éstas cantan, pero con voz de hombre. Y otros, todavía. Como se ve, se trata de unas chispas de humor que René Clair no se avergonzaría de firmar.
García-Sanchiz ha querido contribuir al éxito del filme con una de sus “charlas líricas”. No y ha nada tan anticinematográfico como una conferencia. Pero aquí esta tara ha sido endulzada y disimulada haciendo alternar las imágenes del conferenciante, visto de cara, de espaldas y de perfil, con imágenes de la audiencia —las girls— tomadas también desde los ángulos más variados. Muy inteligente. Muy hábil, como se ve.
La presentación del filme es modernísima y de muy buen gusto. No podemos decir lo mismo de la sonorización, hecha a posteriori, que no corresponde con el movimiento de los labios y que, además, es completamente ininteligible. [Sebastià Gasch: “Kursaal: Yo quiero que me lleven a Hollywood”, en L’Opiniò, 17 de abril de 1932, pág. 6.]

Neville evitaba incluirla en su filmografía. Poca gloria podía aportarle esta película hecha de retazos que se sonorizó en París con un sistema de discos sincronizados y a la que el crítico Juan Piqueras no dudó en calificar de “pornografía” levemente encubierta. El resto de los críticos tacharon a la película de inmoral o, en el mejor de los casos, de infortunada aventura en un momento en que el cine sonoro español pretendía alzar el vuelo.

Yo quiero que me lleven a Hollywood (Edgar Neville, 1931)

Productora: Star Films (ES). Guión original: Edgar Neville. Fotografía: Agustín Macasoli.Decorados: Fernando Mignoni. Muebles: Rolaco. Vestuario: Lacoma, Jerome, Ángel. Música: Luis Patiño. Sonido: Sistema Seletone (postsincronizado). Intérpretes: Perlita Greco (la estrella), Federico García Sanchiz (el conferenciante), Antonio Robles (el amigo), José Martín (el maestro), Santiago Ontañón (el modisto), Julia Bilbao, Emilia Barrado y Ángeles Somavila (las aspirantes a estrellas), con la colaboración de Enrique Herreros, Perico Chicote y Manuel Vico.
Rodaje: Sótanos del edificio de la Asociación de la Prensa en Madrid, Plaza del Callao. Estreno: Madrid, Cine Callao, 20 de junio de 1931.
56 min. B/N. Postsincronizada.